El Maestro llega, cuando el alumno està capacitado.

Cuando escuchaba esta frase, siempre me imaginaba que al estar en cierta situaciòn de elevaciòn espiritual, aparecerìa frente a mì un señor tipo monje Budista, alguien similar al maestro de la serie de Kung Fu con David Carradine. Mi maestro tendrìa el cabello cano, largas barbas y bigotes, vestirìa una tùnica sencilla y calzarìa sandalias para proteger sus pies. Comenzarìamos a discutir temas profundos que yo tratarìa de aprender àvidamente y me sentirìa en un estado de paz y elevaciòn, hasta culminar mi proceso de aprendizaje.

Siempre estuve atenta a la llegada de mi maestro, inquirièndome si era èl aquel hombre sabio que tenìa al frente mientras intentaba grabar sus palabras en mi mente, pero no, no era èl. Asì continuè mi bùsqueda, con los ojos bien abiertos midiendo cada figura con la imagen que mi maestro debìa tener y analizando su sabidurìa.

Encontrè, en mi sendero, personas sencillas, que me transmitìan su paz y calma en momentos de tensiòn y tratè de incorporar esas reacciones en mi actuar elèctrico y perfeccionista.

Tambièn conocì gente que amaba darse a los demàs y encontrar en eso la fuente de la satisfacciòn y la alegrìa, quien no vive para servir, no sirve para vivir, era su lema.

Hubo personas que tuve ganas de estrangular, cada vez que las veìa me provocaba salir corriendo, sencillamente no toleraba sus terribles defectos, luego supe que esos seres me reflejaban los defectos que yo tenìa, que cada reacciòn de rechazo que tenìa estaba relacionada con la intensidad de las caracterìsticas que yo poseìa y no habìa sido capaz de aceptar, perdonar y trabajar en mì.

Algunas personas con su proceder malintencionado hicieron que derramara muchìsimas làgrimas y que deseara bajarme de este bus por un instante para no tener que encarar ese dolor. Esas personas me enseñaron que mi llanto lo decido yo, que puedo ser valiente y tener coraje, que soy capaz de salir adelante que es necesario practicar el perdòn y que tengo fe en Dios.

Los amores no correspondidos me permitieron descubrir que es una fortuna poder sentir amor y que estoy viva.

Los amigos que me tendieron su mano en momentos de dificultad me regalaron un poco de humildad con su corazòn.

Quienes cometieron un error me mostraron que yo tambièn soy un ser humano falible, que las buenas intenciones no garantizan nada, que queriendo mucho a alguien puedo incurrir en yerros y aùn conservar el amor por esas personas. Que sòlo soy un granito de arena en el mar.

En muchas ocasiones necesitè de varias personas para que me ayudaran a practicar, aprender y estudiar la lecciòn. Realmente era muy muy difìcil. Hay otras enseñanzas que a pesar de la repeticiòn, no he logrado incorporar y nuevamente se me regala la oportunidad de continuar intentando.

Cada uno de ellos fue en su momento, mi maestro o maestra, sòlo hizo falta que abriera mis sentidos para darme cuenta de lo que estaban enseñàndome y recibir ese regalo con el alma abierta.

Cuando no entiendo alguna situaciòn trato de preguntarme què necesito aprender de ella y dar gracias a Dios por permitirme que mi pròjimo al interrelacionarse me ayude a ser mejor persona. A veces resulta muy difìcil sobre todo si siento dolor, pero es la ùnica forma en que puedo desprenderme de èl para continuar mi camino.

Si las personas me enseñan a aprender, entonces tambièn yo estoy en capacidad de brindar lo mejor de mì a los demàs, reflejando en ellos aquellos dones que me fueron entregados y ponièndolos a su servicio.

Ya no busco a mi maestro bajo ciertas condiciones sobrenaturales, he descubierto que todos los que me rodean, me regalan su sabidurìa, sòlo hace falta querer aprender.

Publicado por Giannina Mazzella


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